HORARIOS
VIERNES POR LA MAÑANA
2 espacios de 2 horas (* para elegir el tramo horario que mejor convenga.)
Peques de hasta 24 meses con su persona responsable adulta (mamá, papá,…)
1.- De 9 a 11
2.- De 11 a 13
VIERNES POR LA TARDE
4 espacios de 1 hora
1.- De 16:00 h.
2.- 17:00 h.
3.- 18:00 h.
4.- 19:00 h.
Precios mensuales (promedio de 4 sesiones) 120 € más IVA (21%).
Más información y sugerencias en el: 634 88 48 43 (Juanjo Pereda)
La psicomotricidad vivenciada o relacional?
La psicomotricidad vivenciada, se distingue de la dirigida, porque es el niño el que demanda las necesidades del momento y no el adulto el que propone. De esta manera la motivación está prácticamente garantizada. Comienza el descubrimiento de todo un mundo tanto interno como externo desde; “¡Hala! ¿Pero se puede hacer?”
Se necesita una sala. Se requiere intimidad, privacidad, atención plena y disponibilidad para lo que venga. Desde que se abre la puerta de la sala hay que estar pendiente de lo que traen los niños. La acogida es muy importante. No propongo que me cuenten qué tal la semana, ni lo que sucedió en las sesiones pasadas. Solo necesitan la mirada y la atención y cuando hay confianza, traen todos sus intereses. Aprenden desde el buen trato, porque es una práctica que genera mucho bienestar, crecimiento y una sorprendente conexión entre los seres humanos.
Sí, la confianza es el primer paso para que suceda todo. El tan nombrado VÍNCULO . Solo hay que estar ahí dispuesto y atento una y otra vez y el vínculo va surgiendo inexorablemente. No te imaginas lo atentos que están los niños a la mirada de los adultos. Sucede en un instante. Menos de un segundo y ya te han calado si estás con ellos o no.
Por tanto LA MIRADA es fundamental. ¿Reconoces eso de…? “¡Mamá, papá! ¡Mira como salto!
¡Mira como hago! ¡Mira como bailo! ¡Mira…!” ¿Te suena verdad? Es la necesidad de encontrar la mirada del adulto en el momento que necesitan mostrar lo que van siendo capaces de hacer, los brazos tendidos cuando necesitan afecto para ir integrando y gestionando las propias emociones. En definitiva, en la sala, encuentran el lugar donde vivir en su propia piel como quieren ser y estar. Practican la propia
IDENTIDAD para atreverse a ser únicos.
Algunas frases célebres dichas por los niños en sala:
¿Tú juegas con nosotros de verdad o por qué es tu trabajo?
¡Jo!, no entiendo como puedes oler la risa.
No soy un monstruo, solo soy poco común.
¡Hala!, ¿pero aquí se puede?
¡Mamá, aquí no se castiga a nadie!
¡Es que es mucho una semana hasta volver a jugar!
¡Ya no quiero ser más un héroe que da muchas agujetas!
¿QUIÉN ES PSICOMOTRICISTA?
Cuando se logra conectar con la verdadera libertad del ser humano, que se basa en el propio deseo por conquistar objetos, conocimientos, espacios, habilidades… la vivencia como persona adulta terapeuta y psicomotricista, en este caso con niños y niñas, es apasionante. Es un mar de frescura y de saberes innatos, más allá de las teorías evolutivas, en un infinito aprendizaje. Se van hallando respuestas a las preguntas más esenciales sobre las profundas necesidades del ser humano.
Cuando se sabe dejar hacer, protegiendo del daño, las cosas se regulan, crecen, encuentran su mejor equilibrio. No hay eso de: “les das la mano y se cogen el brazo”, “no le dejes que se acostumbra”, “si no lo cortas ahora, de mayor mucho peor”. Año tras año veo como los niños que son respondidos con lo que necesitan y demandan, pueden pasar a la siguiente fase de crecimiento. Sienten que se les facilita el desarrollo, no que se les malcría. Aunque dar lo que se necesita, no es lo mismo que dar lo que se pide, tampoco lo que yo creo que conviene. Por eso es tan importante la distinción entre describir o juzgar. Es por ello que la sala de psicomotricidad no funciona sin un psicomotricista preparado por la complejidad que tiene saber prestar atención a lo importante sin dejarse invadir por el prejuicio. Cuanto más se está en sala, más se sabe sacar un orden de lo caótico y esto permite, como ninguna otra cosa, el desarrollo de las dificultades más profundas. Monstruos que crecen en lo oculto del secreto haciéndonos parecer bichos raros y que cuando podemos revelar, resultan ser mucho más comunes y “normales” de lo que nos pensamos. ¡Qué alivio!
Es tan sorprendente como gozoso ver que los niños, cuando pueden permanecer, porque se les permite, encuentran y elaboran sus propias herramientas y soluciones. Adquieren sus competencias.
EL JUEGO es la clave para que suceda todo. No conozco a ningún niño que no haya elegido el juego como medio para vivir, tenga la patología, síndrome, personalidad o las cualidades que posea. El juego no es solo diversión. Hay conflictos, tensión, imaginación, emoción, pensamiento… El juego es pura implicación donde cabe todo, tanto imaginario como real. Es por esto que es el medio más esponjoso para explorar, repetir, experimentar, sentir. En definitiva, aprehender.
En el juego te la juegas. Es el lenguaje universal de los niños. ¿No habéis visto cómo ni siquiera el idioma es impedimento para que dos niños jueguen? Ni las capacidades diversas, ni los colores, ni los tamaños, ni el sexo… Por ello, el adulto que acompaña en sala tiene que ser capaz de jugar, como lo hacen los niños, no como adulto. Es un JUGAR con mayúsculas. En definitiva. Es todo un arte. Es la Magia del niño.
Un ejemplo:
UN MOMENTO EN LA SALA
Pepo, Nada más entrar, quiere hacer su casa y me pide ayuda. Su casa consiste en que le dé la vuelta a un módulo naranja, bastante pesado, y meterse dentro de su hueco central en posición horizontal. Queda inestable sobre unas colchonetas y enseguida se lo vuelcan los compañeros y vuelve a estar sin su casa. Esto es un trauma para el niño, que protesta llorando con bastante sentimiento. De inmediato grita a Jacho, que se ha metido en el agujero del módulo para que se vaya de su casa, esta vez en vertical. Pero el “ocupa” fantástico, dice que si le grita no piensa hacerle caso. Pepo, desarmado, vuelve a las lágrimas.
(Yo, como psicomotricista, voy observando a la par que me fijo en mis propias sensaciones y sentimientos e intuyo que puede ser una estrategia aprendida o quizá su única estrategia. Evito guiarme por el juicio que me puede llevar a pensar que tiene que espabilar, o que está demasiado consentido o demasiado débil y hay que proteger.
Lo que puedo describir es su propio tono físico que se viene abajo, sabiendo que para defender lo propio hay que poner el tono adecuado. También he visto que es capaz de gritar, lo cual sí le sube el tono. Pero solo llega hasta ahí y se desmorona si le rebaten. Permanezco en medio de los dos, sin posicionarme. Con el único propósito de hacer de mediador si es que quieren llegar a un entendimiento, pero sin imponer ni reglas, ni soluciones, ni siquiera corrijo si al estar enfadados dejan de prestarse atención. Pregunto a los dos cómo se sienten y permanezco a su lado.
A veces los niños quieren que les resuelva la papeleta porque tengo más fuerza y me quieren de su lado como “guardaespaldas o matón” para sus propósitos. Aquí es donde uno tiene que emplearse a fondo para permanecer en una fina línea entre el acompañamiento, para que puedan resolver sus diferencias y la distancia para no ser ni parte, ni juez, ni salvador, pero sí responsable de que se sientan acompañados y evitar el daño físico. Mi postura es la de permitir que las “personitas” con poco más de 6 años puedan ensayar por sí mismas sus estrategias, fuerzas, y límites, que, al explorarlas, acaban encontrando las propias competencias adecuadas para estar y relacionarse en la vida.
Como por arte de magia, y aseguro que esta magia casi siempre sucede, Pepo, acto seguido, se pone a tirar un osito de peluche al choque del columpio en el que se balancea Jacho e inmediatamente lo rescata del suelo al límite de chocarse, pero esquivando el vaivén del columpio. Este “peligro” le va subiendo el tono y lo repite cada vez con más destreza. Le va saliendo la sonrisa y luego la risa cuando le digo en un tono de jocoso asombro que vive al límite del peligro y que no quisiera ver sangre. Es gozoso ver que cuando confías en el niño, él solo, va encontrando las maneras de practicar lo que necesita. En este caso, adquirir un cuerpo capaz de manejar una energía adecuada a los propósitos personales.
CONCLUSIONES
No es lo mismo pensar una cosa que hacerla y la psicomotricidad es un nexo entre el pensamiento y la práctica. El cuerpo ordena la mente, porque le dice cuanto puede de lo imaginado. Y es la mente la que reestructura el cuerpo con las experiencias vividas. Es un constante diálogo de organización. En realidad, no puede estar lo uno sin lo otro. Es lo mismo. Un todo.